Alguna vez dije que parecía un
duende noruego, que por allá se les llaman Alv. La expresión, la cabellera
anaranjada, la mirada. Lo conocí precisamente en Bergen, Noruega, hace ya
algunos años y he pensado que sí es un duende. Verán: me lo he encontrado en Uganda,
África, en un seminario en el que participamos hablando sobre agua y pobreza.
Yo no esperaba verlo ahí y él no me reconoció de inmediato. Se nos hizo extrañísimo toparnos luego de
varios años y en una latitud tan distante.
Meses después, una tarde paseando
por Marsella, caminando al azar por las calles cercanas al puerto, me lo
encuentro tomándose una cerveza, en un barecito del centro. Nos saludamos,
hablamos de la coincidencia de encontrarnos de nuevo y nos decimos salud. Sigo
mi camino; seguramente en alguna más de estas andanzas me lo volveré a
encontrar.