viernes, 29 de octubre de 2010

Pijpenkabinet y Smokiana pipeshop

Hay que bajar algunas escaleras, porque ese lugar se halla en lo que podríamos denominar como sótano. Las ventanas dan al filo de la calle. Entrando, de inmediato uno se maravilla: anaqueles de pipas de todos tamaños y colores. A la entrada, a mano derecha, varios libros a la venta, escritos -unos en inglés y otros en neerlandés- por el dueño del lugar y curador del museo de la pipa. En una repisa que roza el suelo, los restos de pipas de cerámica. Enfrente, mesas cubiertas con vidrio y los anaqueles de pipas. Veo cajones cerrados, que también contienen estos artefactos de diversa manufactura. Veo dos o tres pipas que me agradan, pero el precio me hace desviar la mirada, como si no me hubieran llamado la atención.
Pipas largas, cortas, de madera, de cerámica, verdes, cafés, labradas, de hueso, de espuma de mar… De cazoletas muy anchas, con boquillas cortas y también larguísimas… cazoletas redondeadas, cuadradas, de pico de halcón, de cerezo, cónicas, de párroco…Tantas pipas por observar y tan poco tiempo porque el dueño del lugar, Don Duco, se levanta de su escritorio y nos dice, en correcto inglés, si nos puede ayudar en algo, porque está a punto de cerrar. Cuando identifica nuestro acento en español, hace una mueca: no le caen bien las personas de nacionalidad española, eso se nota en su tono de voz, eso leemos. Le dejo ver que somos mexicanos y entonces varía un poco su tono, se acerca y nos indica que las cazoletas usadas de cerámica son de varias marcas y toma un libro para enseñarnos cuáles son mejores que otras. Lo felicito por el estudio de pipas que ha hecho y que se refleja en sus libros. Medio sonríe, pero segundos después vuelve a comentar que está a punto de cerrar. Nos despedimos y Duco lo hace en español. El paraíso del fumador de pipa se cierra, pocos minutos después de las seis, para reabrise al día siguiente. Y yo me quedo con la sensación de que debía haber adquirido algunas pipas. Tal vez me sigan esperando. ¿Cómo sería fumar en una de ésas que vi, con formas diferentes? ¿Cómo sería fumar en una pipa verde? ¿Acaso en alguna de ellas el humo crearía formas nuevas, dando vueltas en espiral por el viento y recreando sueños de viejos fumadores?

viernes, 22 de octubre de 2010

Vecino de Ñuñoa

En una mano su bastón, en la otra estaba mi brazo. Se apoyaba en ambos mientras el mediodía se deslizaba por el barrio Ñuñoa, en Santiago de Chile. Me hacía ver el parecido del barrio con algunas calles de la ciudad de México, en la colonia Roma o la Del Valle. Me contaba desde la nostalgia que le acosaba de vez en vez, mientras hablábamos de mil cosas. Habíamos dejado de fumar, aunque la caminata podía invitar a encender las pipas de nuevo. Paso a paso, muy despacio, recorrimos unas cuantas calles más, hasta llegar a un pequeño y modesto restaurante con sillas verdes y mesas redondas. Rafa se sentó frente a los ventanales de piso a techo y yo me senté frente a él. “No, hermanito, siéntate acá” y Rafa señaló la silla junto a él. Pidió un vino (un Isla Negra, que me recomendó enseguida, sabedor de que era principiante en este gusto vinícola, vamos, que ni aprendiz de sommelier, y me dijo que me acordaría de ese vino si lo asociaba con Neruda). El mesero abrió la botella de vino, Rafa me hizo catarlo y, en ese entonces, cualquier vino me venía bien. Asentí y el mesero sirvió en las dos copas. Rafa tomó la suya, lentamente la llevó a la boca y degustó. Un gesto de satisfacción aprobaba no sólo el vino, sino la tarde completa. Llevábamos dos copas cada uno cuando pedimos de comer. Y fue entonces cuando Rafa me dijo que ése era el mejor lugar para sentarse y beber vino, con la vista puesta en la calle. Pronto sabría por qué. La hora de salida de la escuela en la misma calle del restaurante. Un desfile de minas con faldas cortas, un tropel de juventud cruzando frente a nosotros. El vino no podía saber mejor, según vi en la sonrisa, asomada entre la barba y el bigote cano de Rafa.

sábado, 16 de octubre de 2010

Rafa Baraona


Hoy me fumo una pipa a la salud de Rafa. Me entero que, a sus noventa años, ha seguido otro camino, andarín campesinólogo, este 25 de septiembre. De Rafa ya he escrito algunas andanzas. Hoy me perdonarán, no puedo escribir más. Vale el recuerdo de la última vez que vi a Rafa, en su casa, en Santiago de Chile, mientras comíamos, bebíamos vino y pisco. Es un Rafa que no pude volver a ver.

miércoles, 6 de octubre de 2010

¿Y las sirenas?

Se acabaron las sirenas, en Holanda eso pueden decir. La culpa ha sido de varios artesanos que a todas las atraparon, pintándolas en azul de platos y mosaicos de cerámica, en Delft. Observo varias sirenas con espejos, con conchas de mar, con otros seres mitológicos, acompañadas de peces, de tritones. No todas en los mosaicos han sido atrapadas, por suerte. A una sirena observo en el museo de cerámica; compartimos la sorpresa y la alegría de llegar juntos a este lugar.
© Pablo Chávez Hernández y Daniel Murillo Licea, todos los derechos reservados.