Debido a que en
México uno es culpable hasta que pruebe su inocencia y los contralores prohíben
tomarse días de vacaciones durante comisiones internacionales, no me quedó más
remedio que regresar de Uganda a México, esperar 40 horas en Cuernavaca y salir
a Bélgica. Tiempo y dinero pudieron ahorrarse si tan sólo esas 40 horas las
hubiera podido pasar yo en Bélgica o en Amsterdam o en cualquier otro lugar,
enlazando mis dos viajes. Pero no, ya se ve, una prueba fehaciente de que la
estupidez avanza. Y una nota airada más: precisamente uno de estos personajes me
busca y me hace firmar un documento con fecha 30 de noviembre (cuando yo estaba
en África), el día 5 de diciembre, a escasas horas de salir con rumbo al
aeropuerto, de nuevo. Lo hace para salvar el pellejo de otro de sus colegas.
Díganme ustedes si esto no es estupidez. Ni modo, así están nuestras pobres
instituciones actualmente, pintaditas de azul mediocre. Y ustedes han de
disculpar.
sábado, 23 de junio de 2012
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