Esta vez fueron Roberto y Denise quienes visitaron la estación Mapocho, mientras se encontraban varados en Santiago de Chile, tras regresar de Brasil. Y fue la estación Mapocho que atrajo mi atención como imán cuando estuve en la misma ciudad. Recuerdo el gran patio de la antigua estación de trenes. Las fotografías que tomé no fueron muy buenas y llevaba un rollo en blanco y negro, con mi cámara “antigua”, la que fue de mi abuelo Renán. El recuerdo que tengo es del día cayendo, la luz entrando por los grandes ventanales y el señor barriendo los amplios patios, acompañado de su perro. Todo en naranjas, aunque las fotos eran blanco y negro. Tanto me persigue la estación que escribí un cuento que fue retomado luego en un libro sobre la historia de la estación Mapocho. Tanto me persigue que cuando Roberto me llamó para avisarme que él y Denise estarían varados 24 horas en Santiago, inmediatamente le dije que fueran a la estación. Quién sabe, tal vez en otra vida acudí a esa estación con mi maleta de color tabaco y esperé la llegada del tren mientras fumaba un cigarrillo, cuyo humo subía hacia los ventanales, hacia la tarde, que se convertía en noche, lentamente. Quién sabe.
sábado, 8 de octubre de 2011
sábado, 1 de octubre de 2011
Otra vez las tres
De nuevo, abro los ojos. Estiro una mano y me doy un golpe con la pared. Hace frío, debería cerrar la ventana, pero me gusta dormir con la ventana abierta, que el frío de la noche entre, que el sereno se asome. Enciendo el celular, con la lentitud de desprenderse del sueño. Las tres de la mañana. Otra vez las tres de la mañana. ¿Por qué siempre esta hora y no otra?
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