Y siento que viene en camino, a estas alturas de la noche. Apago la pipa, reduzco a nada el whisky y apago la computadora. Adiós a la luz, hola al mosquito que viene a contarme de cuentos y relatos que no entiendo y que se esfuerza por contármelos al oído, cada vez más cerca. Y doy vueltas en la cama sintiendo los minutos pasar. Me dan las tres treinta y siete de la madrugada; yo, sin pegar el ojo; el mosquito se ha retirado a contarse sus cuentos. Veo las sombras de los árboles que se reflejan en la ventana de mi estudio. Y no puedo dormir. Trato de no pensar en nada. Los minutos avanzan. Así paso la primera noche de mis 44. Y ya ni siquiera el mosquito regresa, para que, entre los dos, matemos el tiempo. Ya ni siquiera.
viernes, 10 de junio de 2011
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