Hace unas semanas tomé contacto -por la fría red de Internet- con un maestro y amigo que hace años, no muchos, nos acompañó a hacer un diagnóstico rápido de comunicación en Tabasco. Introdujimos a Fernando Mendoza al mundo rural del trópico, mientras caminábamos por entre pastos, caminos, puentes y disfrutábamos de un restaurant de mariscos en Paraíso. Fernando estaba de muy buen humor, pese al calor infernal y a los mosquitos. En esa ocasión nos juntamos un grupo de comunicólogos-comunicadores-antropólogos para hacer varios recorridos y hacer el ya dicho trabajo: Jorge Martínez, Pesho, Don Pablo, Mercedes, Fernando y yo nos hicimos acompañar de El Gordo Almeida, un ingeniero retirado. Visitamos a Elías, en su rancho, cerca de El Rompido de Samaria. Y terminamos el viaje con la acostumbrada visita al Parque Museo La Venta, que imaginó y edificó Don Carlos Pellicer. Me quedo con ese Fernando, alegre, con ojos llenos de sorpresa, metido en la historia de los monumentos olmecas de los que Pesho contaba historias y explicaba su simbolismo. Me quedo con la imagen de Fernando subido en un árbol, sentado en una rama, oteando el aire caliente de Tabasco.
Mc Luhan tenía razón sobre los medios fríos y calientes: no era lo mismo escribirle a Fernando por Internet que a esos calurosos días, en los que descubrimos, por cierto, poemas de Pellicer en pequeñas botellas de salsa picante Chimay, mientras comíamos y reíamos de las visicitudes del día. O cuando escuchábamos por la radio, mientras hacíamos recorridos en camioneta, al Mensajero del aire. No es lo mismo el gélido contacto por los medios cibernéticos que una apacible tarde del trópico en compañía de los cuates y con el gusto de tener a Fernando arremetiendo como compañero de aventuras y de andanzas.
Mc Luhan tenía razón sobre los medios fríos y calientes: no era lo mismo escribirle a Fernando por Internet que a esos calurosos días, en los que descubrimos, por cierto, poemas de Pellicer en pequeñas botellas de salsa picante Chimay, mientras comíamos y reíamos de las visicitudes del día. O cuando escuchábamos por la radio, mientras hacíamos recorridos en camioneta, al Mensajero del aire. No es lo mismo el gélido contacto por los medios cibernéticos que una apacible tarde del trópico en compañía de los cuates y con el gusto de tener a Fernando arremetiendo como compañero de aventuras y de andanzas.