Desde acá, mientras tomo el barandal de piedra de la gran torre, la ciudad se ve tan pequeña, tan irreal: como un poblado de cuento en miniatura. Los tejados rojos, la plaza, los árboles y los canales. De pronto me da la impresión de que he regresado en el tiempo, de que algo tendrá que ver la teoría de la relatividad con el haber subido tantos escalones en espiral y que, mientras ascendía lentamente, el tiempo se comía el mundo y retrocedía a épocas medievales. Pero no, las bicicletas me avisan con su presencia que estoy en pleno Siglo XXI. La altura le da otra perspectiva a Delft. Y, nuevamente, me parece ver los edificios medievales y la gente que camina con ropajes extraños; los canales están poblados de patos y veo una pequeña embarcación con unas cajas de madera en su lomo. No hay movimiento, es como si viera una pintura en colores de mediodía. Ni el viento se mueve. La plaza permanece casi desierta, mientras la gente carga sus cubetas de madera, jala, con un cordón, al caballo o carga a una gallina. De pronto, me he convertido en gárgola de piedra y observo hacia abajo, con el tiempo suspendido. Mis manos tratan de moverse en el barandal y no lo consiguen. Me quedo estático, como todo, como la ciudad, las calles, la gente, el agua de los canales, los patos, el viento, el día, el cielo y las nubes. Sólo el roce de la mano de mi compañera me vuelve de carne de nuevo. Y me indica que aún falta un trecho por subir. Es decir, podré observar Delft en años más antiguos, todavía.
jueves, 30 de septiembre de 2010
sábado, 25 de septiembre de 2010
Los canales que ya no fueron
Los canales de las ciudades holandesas acaparan mi atención. Me sorprende cómo puede haber una interrelación entre el urbanismo y el medio ambiente. Me pregunto si los frailes españoles que provocaron la desecación de canales en la ciudad de México hubieran tenido un poco de visión y si los urbanistas e ingenieros hispánicos hubieran tenido una mirada amplia, tendríamos actualmente en la ciudad de México una muestra de estrecha relación entre el crecimiento urbano y los canales prehispánicos. Podemos imaginar una ciudad llena de canales. Lástima que los urbanistas posteriores desecaron canales y entubaron ríos. Me viene a la memoria una fotografía del Canal de la Viga, por allá en los años treinta, que todavía se navegaba. O el recuerdo de mi madre del Río Consulado, que tenían que atravesar por un puente que se llenaba de fango. ¿Podemos imaginar, en un mundo alterno, la presencia del agua con toda su fuerza en la monstruosa ciudad de México? Ay, si los frailes del siglo XVI y XVII (sobre todo los jesuitas) no hubieran imaginado en los contornos de la zona lacustre del Valle de México a un monstruo marino, como nos dice Alain Musset, ¿se imaginan cómo sería el esplendor del complejo lagunar de la ciudad de México en tiempos actuales?
Estos pensamientos insanos e imposibles me vienen a la mente. Eso me pasa por especular sobre mi amada ciudad mientras camino por estas lejanas tierras holandesas…
Estos pensamientos insanos e imposibles me vienen a la mente. Eso me pasa por especular sobre mi amada ciudad mientras camino por estas lejanas tierras holandesas…
jueves, 16 de septiembre de 2010
Caminar en Delft
En un recodo de Delft observo a la mujer que amo. La encuentro en su esplendor, con la mirada abierta a toda esta novedad que nos circunda. Los pasos que damos en las calles nos llevan a imaginar, a pensar, a vivir un tiempo que no se repetirá. La fotografía poco puede expresar de estos momentos. Las palabras me resultan cortas. La memoria me satisface, mientras observo de nuevo las fotografías. Aquí caminamos, aquí plenamente disfrutamos Delft.
jueves, 9 de septiembre de 2010
Otra vez Las Meninas
Tantas Meninas me asaltan en La Haya, tantas y tantas con sus amplios vestidos, con sus miradas sin miradas. Quisiera ser Velázquez, para iniciar un cuadro tan multidimensional; quisiera ser Picasso para recordar su mirada ante esas Meninas. Tengo sólo mi cámara y mis ojos. Y no poseo ni al original en carne y hueso, ni los cuadros de Velázquez ni de Picasso, sino la obra en metal de Manolo Valdés. Deberé crear mis Meninas adecuadas con mis propios medios. Me detengo frente a la cabeza descomunal de una de ellas. Me observa. Desarmado, sólo atino a tomarle una rápida y discreta fotografía.
viernes, 3 de septiembre de 2010
Al pasar
Una muchacha vestida de mezclilla camina a lo largo de un canal, en un verde lugar entre Rotterdam y Utrecht. Su presencia azul se recorta entre el verdor y la grisitud, el campo y el cielo. ¿Qué hace, tan azul, caminando entre esa nada?
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