Vino a mí sin anuncio previo, sin tocar las campanas ni avisar el movimiento siguiente. Llegó así, desnuda cuan larga es, con la cabellera suelta al aire y los pies apenas rozando el piso ajedreceado. Se apareció ante mi vista de tan contundente forma que aún la contemplo. Me ha llegado el insomnio de su cuerpo. No quiero dormir aún.
martes, 1 de septiembre de 2009
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