He dicho que soy esquizofrénico. Aún en mi personalidad de escritor o escribidor, como decía Rafael Ramírez Heredia, tengo conflictos propios: a veces mi escritura se torna suave, a veces muy dura, a veces larga, a veces corta, a veces rabiosa. Parecería que dentro de mi esquizofrénica visión en la escribidera aparecen otros yos, como heterónimos, como los del gran Fernando Pessoa. Reconozco que escribo desde las vísceras y que, según el tono de lo que estoy escribiendo, necesito escuchar música. Rabiosamente le doy a las teclas de la computadora cuando el Rabioso escribe, lidiando con las notas del rock o del blues. Cuando el Romántico escribe, voy con calma, con suavidad, utilizando muchas comas, meciéndose con un violoncello o con un piano. Cuando el borbotón de palabras viene no hay forma de detener el tsunami y escribo sin corregir hasta el final, cuando me doy cuenta de todas las letras cambiadas de lugar y de errores garrafales, pero esa incontinencia debo dejarla fluir. A veces, en otras ocasiones, me pongo docto, para ensayos o artículos, por ejemplo, y las personalidades cambian. Del Rabioso, que tiene los pelos parados, los lentes en la punta de la nariz y la pipa apretada con fuerza en los dientes, al Docto, que está bien peinado, con los lentes limpios y bien puestos y con varios libros de filosofía o de antropología o de comunicación al lado.
Me he despertado con la esquizofrenia de escribir, en la fase rabiosa. Me apuro para cubrir la distancia entre mi dormitorio y mi estudio y darle a la computadora. La rabia hace que uno escriba cosas que tal vez no compartirá, como si fuera un diario íntimo, pero otras ocasiones esa misma rabia hace que saque asuntos y temas que me estremecen. Entre la escritura y la esquizofrenia está el tabaco, está la palabra, está este personaje extraño greñudo, despeinado. Que escribe.
Me he despertado con la esquizofrenia de escribir, en la fase rabiosa. Me apuro para cubrir la distancia entre mi dormitorio y mi estudio y darle a la computadora. La rabia hace que uno escriba cosas que tal vez no compartirá, como si fuera un diario íntimo, pero otras ocasiones esa misma rabia hace que saque asuntos y temas que me estremecen. Entre la escritura y la esquizofrenia está el tabaco, está la palabra, está este personaje extraño greñudo, despeinado. Que escribe.